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La investigación, un problema por resolver …¡menos mal!...


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La forma como se observan, viven y sienten los procesos racionales de la indagación es difusa en algunos contextos académicos; esto limita la concepción, intención y deseo de preguntarse por lo que pareciera ya está resuelto, es banal, trivial y poco interesante; máxime cuando el estímulo a la creatividad, heterogeneidad e incluso al pensamiento, es castrante.


Hoy el escepticismo de algunos eruditos es tal que sospechan de todo aquello que no se ajusta a la lógica clásica, a modelos de innovación -un poco inertes por cierto-, o aquellos de investigación impuestos y encasillados que únicamente se centran en la creación de soluciones concretas, desvirtuándose la posibilidad de desarrollo del pensamiento en la complejidad, la abstracción y en dudar de las teorías ya existentes; esto último lo aseguró Richard Feynman[1] quien además acuñó una afortunada frase que reza: “Estudia mucho lo que sea de interés para ti y hazlo de la forma más indisciplinada, irreverente y original posible”; Sentencia que incita al caos.


Sin embargo, como lo afirma el profesor Carlos Eduardo Castañeda[2], “el caos son pequeños cambios que suceden de manera imperceptible con consecuencias inesperadas”… acaso estas consecuencias: ¿podrían eventualmente conducir a un posible ¡EUREKA!, emulando al matemático Griego Arquímedes, pero que en la actualidad surgiría de un estudiante con una leve ilusión de solucionar un pequeño problema local o acaso nacional?



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El afán de algunos pseudo – académicos in statu quo ante, copiosos, deterministas y afanosos de visibilización como irruptores del conocimiento, elimina la posibilidad de asombro de lo básico, de lo sencillo, de lo mínimo, “de ver la simplicidad de las cosas aparentemente complicadas” (Feynman); conllevando a muchos jóvenes al mutismo intelectual, a la elección de la certeza en un mundo cada vez más contingente, desconociendo de un solo tajo a Morin quien en su apuesta de los “7 saberes para el futuro”, pone en relieve la emergencia de un conocimiento pertinente y de saber enfrentar la incertidumbre. Esta certeza, cuyo nombre propio es axiomático en contextos educativos terciarios, facilita la transición a la profesionalización, pero desestructura la duda innata que desencadena grandes e incluso pequeñas respuestas, mediante la elaboración de una enfadosa tesis y su aprobación al sustentarla. Es así, como la oportunidad de investigar desde la técnica; innovar desde lo ingenieril; construir, deconstruir y aportar desde lo social, ambiental o inmaterial; se desvanece, y se pierde un posible facultativo(a) sui géneris en la impía locura de la producción del conocimiento masificado y poco reflexivo




 

NOTAS:

[1] Premio Nobel de Física. 1965

[2] Académico Colombiano. Doctor en filosofía en la Katholieke Universiteit Leuven, Lovaina, Bélgica. Estudios posdoctorales en las Universidades de Pittsburgh, Estados Unidos; Council for Research in Values and Philosophy y en el Center for the Study of Culture and Values de la Catholic Universitiy of America, y en Universidad de Cambridge, Inglaterra.


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